En un día fatal para los sudamericanos, Dinamarca y Australia abrieron la jornada. Los daneses llegaban con el triunfo frente a Perú y la concreta chance de meterse en octavos, panorama totalmente distinto al de los necesitados oceánicos. Eriksen tardó sólo siete minutos en poner arriba a los europeos con un zurdazo. Fue monólogo del volante que juega en la Premier, ya que su selección hizo poco para acompañarlo o justificar el resultado. Tal como ocurrió en la fecha anterior, fueron superados desde el juego aún estando arriba. Los de verde le disputaron la pelota, la movieron y fueron prácticos para llegar al área rival. Poco antes de los cuarenta pudieron empatar, a través de un penal convertido por Jedinak, mediante la intervención del VAR. No hubo mucha más acción después de eso, pero quedó flotando la sensación a injusticia. Más si vemos al amarrete bordeando la clasificación y a los que hicieron el gasto, casi eliminados.
Completando el mismo grupo, Francia se encontró con Perú. Parecía que los de Deschamps se llevaban todo puesto, cuando en la primera mitad inquietaron varias veces. Los de Gareca trataban de presionar arriba y hasta tuvieron un mano a mano de Guerrero, bien atorado por Lloris. Con armas nobles, daban batalla. Cuando todo parecía estabilizarse, Pogba asistió a Giroud, quien pateó y tras un rebote, le facilitó el gol a Mbappé. No era inmerecido, pero tampoco del todo justo.
El complemento tuvo a los incaicos quemando sus cartuchos con el ingreso de Farfán y una clara actitud buscando el empate. Fue una etapa vibrante, porque aunque los galos bordearon el segundo gol en reiteradas ocasiones, también hubo réplicas peligrosas que pudieron ser empate. Los rojiblancos, quienes regresaban a una cita mundialista después de treinta y seis años, se despidieron de pie, al borde de igualar con una potencia.
Cerrando la jornada, Argentina buscaba un triunfo tranquilizador frente al teóricamente rival más poderoso de su zona. Croacia representaba un peligro, pero a la vez la posibilidad de un juego menos asfixiado por marcas, una disposición más amable.
El duelo arrancó parejo, fundamentalmente porque los dos se lastimaban al atacar y mostraban defensas endebles. La linea de tres le trajo muchas confusiones a los de Sampaoli y obligaron a Mascherano a ordenar a sus compañeros a los gritos más de una vez. Sin embargo, esas dudas no impidieron que casi se pusieran en ventaja, cuando Enzo Pérez remató con el arco libre afuera. Su zurdazo pasó al lado del palo tras una jugada fortuita que realmente hubiera cambiado todo el trámite.
En el complemento, y cuando la paridad no hacía presagiar un ganador, Caballero cometió un error absurdo en la salida y la suerte no lo acompañó: Rebic definió fenomenalmente abriendo el marcador. Ese fue el verdadero final del partido. Desde ahí, la albiceleste deambuló a puro nervio y no fue capaz de nada más que sacar a pasear su impotencia. Messi quedó aún más aislado e impotente. Tan sólo minutos después, Modric sellaría el pasaporte al infierno con un zapatazo genial. Decoraría el postre Rakitic, en medio de una pasividad defensiva notable. Todos los problemas futbolísticos exhibidos hasta el momento quedaron en un lugar secundario: lo anímico salía a flote y amenazaba con un panorama aún peor. Fue goleada y muchísimas dudas sobre las posibilidades del bicampeón mundial para estar en octavos. Ahora depende del resultado de Islandia-Nigeria, algo poco menos humillante que la resolución de su partido. Golpe a golpe.
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