Ya adentrándonos de lleno en la segunda fecha de la primera fase, se presentaban tres duelos con equipos poderosos para administrar durante el feriado argentino.
De entrada pegó Portugal, con Ronaldo en estado de gracia y poco más. Fue 1-0 ante un Marruecos que jugó mejor (como con Irán) y se fue derrotado injustamente. Tuvo control, tuvo fluidez para mover la pelota, tuvo criterio, le faltó gol. Y si hay algo que tienen los lusos de sobra es contundencia. En tan sólo cuatro minutos, CR7 se anticipó y cabeceó en soledad para marcar. Desde ahí, los africanos chocaron contra sus limitaciones ofensivas. El eje El Ahmadi, Belhanda y Amrabat funcionaba pero no había contundencia. Hasta el goleador del partido tuvo que lucirse con algunos despejes en defensa. Rui Patricio tuvo algo de lucimiento con varias participaciones, como para mostrar que alguien más en el equipo europeo era artífice de los logros. Después, fallaron Dirar y El Kaabi, para materializar lo que ya se suponía desde el principio. El astro del Real Madrid y sus selección siguen con buena estrella.
Poco después, fue el turno de Uruguay, que se clasificó para octavos y metió en esa instancia a Rusia. Se enfrentaba a la goleada Arabia de Pizzi, lo que hacía presuponer una oportunidad de lucimiento para una selección que cuenta con nombres como Suárez y Cavani. La presunción se cumplió a medias: el del Barcelona marcó a los veintitrés minutos y no hubo lugar para más. Antes y después, hubo el repertorio habitual. Delanteros fajándose con los rivales, un arquero que descolgó todo lo que le tiraron, volantes metedores y defensores temperamentales que trabaron y anticiparon como si enfrente tuvieran al combinado de las mayores estrellas de la Copa. Los de Pizzi, sabedores del papelón de la fecha inicial, se propusieron (y lograron) un papel más digno, sin que esto significara un enorme progreso. Terminaron merodeando el empate, pero más por la costumbre del equipo de Tabárez de autoinflingirse sufrimiento que por méritos propios. Claro que no contaron con ninguna pelota perdida en el área para empujar tal como hizo el delantero charrúa. Básicamente, ahí estuvo la gran diferencia de un partido bastante cerrado.
Cerró España y fue por la mínima nomás. Con un gol fortuito (la pelota le rebotó a Diego Costa tras un despeje y se coló abajo contra un palo) pudo sacarse de encima a un Irán totalmente convencido de su idea defensiva, a punto tal que remitió a aquella brillante e inconclusa tarea ante Argentina en 2014. Y como aquella vez ante los albicelestes, el equipo de Queiroz fue sólido atrás pero asustó con algunas réplicas. De hecho convirtió un gol (bien anulado) y puso bastante en aprietos a los ahora dirigidos por Hierro. La pelota fue de España, algo que a nadie podría sorprender. Pero la acumulación efectiva de piernas y la predisposición a una marca disciplinada ensució todo su juego y logró frustrar a "La Furia", método que parece ser de los pocos cuando no se cuenta con un delantero capaz de generarse tres goles él solo. Fue éxito español y digno papel de los asiáticos, quienes aún cuentan con chances de asomar a octavos de final.
Tres partidos, tres goles. El mejor resultado es que la bola decisiva caiga en el arco rival
De entrada pegó Portugal, con Ronaldo en estado de gracia y poco más. Fue 1-0 ante un Marruecos que jugó mejor (como con Irán) y se fue derrotado injustamente. Tuvo control, tuvo fluidez para mover la pelota, tuvo criterio, le faltó gol. Y si hay algo que tienen los lusos de sobra es contundencia. En tan sólo cuatro minutos, CR7 se anticipó y cabeceó en soledad para marcar. Desde ahí, los africanos chocaron contra sus limitaciones ofensivas. El eje El Ahmadi, Belhanda y Amrabat funcionaba pero no había contundencia. Hasta el goleador del partido tuvo que lucirse con algunos despejes en defensa. Rui Patricio tuvo algo de lucimiento con varias participaciones, como para mostrar que alguien más en el equipo europeo era artífice de los logros. Después, fallaron Dirar y El Kaabi, para materializar lo que ya se suponía desde el principio. El astro del Real Madrid y sus selección siguen con buena estrella.
Poco después, fue el turno de Uruguay, que se clasificó para octavos y metió en esa instancia a Rusia. Se enfrentaba a la goleada Arabia de Pizzi, lo que hacía presuponer una oportunidad de lucimiento para una selección que cuenta con nombres como Suárez y Cavani. La presunción se cumplió a medias: el del Barcelona marcó a los veintitrés minutos y no hubo lugar para más. Antes y después, hubo el repertorio habitual. Delanteros fajándose con los rivales, un arquero que descolgó todo lo que le tiraron, volantes metedores y defensores temperamentales que trabaron y anticiparon como si enfrente tuvieran al combinado de las mayores estrellas de la Copa. Los de Pizzi, sabedores del papelón de la fecha inicial, se propusieron (y lograron) un papel más digno, sin que esto significara un enorme progreso. Terminaron merodeando el empate, pero más por la costumbre del equipo de Tabárez de autoinflingirse sufrimiento que por méritos propios. Claro que no contaron con ninguna pelota perdida en el área para empujar tal como hizo el delantero charrúa. Básicamente, ahí estuvo la gran diferencia de un partido bastante cerrado.
Cerró España y fue por la mínima nomás. Con un gol fortuito (la pelota le rebotó a Diego Costa tras un despeje y se coló abajo contra un palo) pudo sacarse de encima a un Irán totalmente convencido de su idea defensiva, a punto tal que remitió a aquella brillante e inconclusa tarea ante Argentina en 2014. Y como aquella vez ante los albicelestes, el equipo de Queiroz fue sólido atrás pero asustó con algunas réplicas. De hecho convirtió un gol (bien anulado) y puso bastante en aprietos a los ahora dirigidos por Hierro. La pelota fue de España, algo que a nadie podría sorprender. Pero la acumulación efectiva de piernas y la predisposición a una marca disciplinada ensució todo su juego y logró frustrar a "La Furia", método que parece ser de los pocos cuando no se cuenta con un delantero capaz de generarse tres goles él solo. Fue éxito español y digno papel de los asiáticos, quienes aún cuentan con chances de asomar a octavos de final.
Tres partidos, tres goles. El mejor resultado es que la bola decisiva caiga en el arco rival
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