La cuarta jornada mundialista se inició con el partido menos trascendente: la revelación de Brasil 2014 (Costa Rica) se midió con Serbia. Arrancaron parejos, con situaciones de los dos lados pero sin mucha precisión. De a poco los europeos fueron teniendo cierta supremacía, agigantando la figura del capitán tico, Keylor Navas. En la segunda parte, los de Krstajic se envalentonaron y tuvieron más determinación para buscarlo. Fue a partir de eso que Kolarov clavó un tiro libre bárbaro a los cinco del segundo tiempo. Se materializaba lo que el partido venía mostrando.
Como viene pasando en la mayoría de trámites parejos de esta Copa, el que se encontró en desventaja avanzó con más ganas que fundamento, mientras el aventajado se atrincheró en mayor o menor medida, esperando hacer correr el tiempo o salir de contra. Ambas cosas ocurrieron, ya que los balcánicos primero aguantaron y después tuvieron varias opciones, no concretadas por la impericia de Mitrovic. Los americanos extrañaron la magia de Bryan Ruiz, que tuvo un partido flojo. Fue 1-0 y un paso decisivo para definir la clasificación.
Sobre el mediodía argentino, Alemania prometía un duelo más que interesante ante el turbulento conjunto mexicano. La disciplina teutona y su trabajo a largo plazo parecían estar separados por un abismo respecto al descontrol que se le asignó (por cuestiones extrafutbolísticas) a los norteamericanos.
Pero como el fútbol es un deporte maravilloso, en la cancha se vió algo salido de una dimensión paralela. El Tri preparó un libreto y lo ejecutó perfectamente. Ahogó la circulación alemana y avanzó con sus bloques a pura presión. Así incomodó notoriamente a los campeones del mundo. Primero con una definición de Hirving Lozano que exigió a Neuer. Werner estuvo a punto de convertir, pero no pudo. Ese guiño del azar pareció indicar lo que sucedería a continuación.
México siguió atacando y siendo protagonista. Los de Loew trataban de imponer sus fundamentos, pero no podían. Fue ahí, cuando pasada la media hora, el propio Lozano culminó una contra genial y abrió el partido. Otra vez respondieron los germanos inmediatamente. Un tiro libre de Kroos exigió una volada fenomenal de Ochoa y pegó en el travesaño. Era el día.
El complemento vio a una Alemania furiosa y a los de Osorio algo dubitativos. Draxler y Muller se agrandaron y había olor a empate, pero el correr de los minutos y la ineficacia fueron apagando toda fragancia. El conjunto que llegó a la cita envuelto en polémicas y al borde del escándalo, le ganó al gran y disciplinado campeón.
En el turno final, hizo su aparición el megacandidato Brasil. Enfrente, el duro equipo suizo. No parecía un trámite sencillo, pero si "ganable" para el pentacampeón.
Tras un comienzo parejo, la calidad de Coutinho y una de sus clásicas bombas abrieron el partido. Iban apenas veinte minutos. Bajó la intensidad la verdeamarelha, mientras los helvéticos movían la pelota sin recuperarse del impacto. Tuvo el segundo Thiago Silva, pero se fue cerca. Seguía habiendo partido.
El complemento vio a Brasil tocando sin apuro. Neymar (muy golpeado y sin estar al 100 %) aparecía poco, en cuotas. A los cinco, la sorpresa: En un córner donde sobraron las siestas, Zuber empató. Lejos de conformarse, los de rojo siguieron yendo. La aparente calma de los sudamericanos se esfumó. Chances de Wilian, de Coutinho, pero nada. Entró Firmino y desperdició tres posibilidades. Hubo tiempo para una llegada de Miranda y una salvada de Schar. Sin embargo el empate estaba sellado. Fue 1 a 1 y ni siquiera el predominio en las llegadas le lavó la cara al Scratch.
Debutaron Alemania y Brasil, los dos pesados con más mundiales. Se fueron a tomar una cerveza juntos al final del día, recordando tiempos mejores.
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