El derrumbe de los jugadores italianos tras el pitazo final fue más que un acto espontáneo al quedar afuera de Rusia 2018. En parte, fue una metáfora de lo que el Calcio viene sufriendo hace una década.
La caída del fútbol italiano puede verse en señales claras. La más obvia, las dos eliminaciones en Primera Ronda, tanto en Sudáfrica 2010 como en Brasil 2014. En Eurocopas el camino había sido algo más amable. Caídas en cuartos de final siendo campeones del mundo (2008), una final perdida por goleada tras vencer a Alemania en semis (2012) y un digno acceso a Cuartos de final para caer ante los germanos (2016). El denominador común fueron los cambios de entrenador y por ende, de estilo. Donadoni estuvo en 2008. Para Sudáfrica volvió Lippi, campeón en 2006 y capitán del naufragio cuatro años después. 2012 tuvo el comando de Prandelli, quien salió eyectado tras el golpe en 2014. Conte se puso el traje en 2016 y finalmente Ventura condujo hasta esta eliminación (¿prematura?). Demasiados nombres, ideas y esquemas sin poder lograr un recambio necesario. Los Totti, Del Piero, Pirlo o Cannavaro no crecen de los árboles.
No menos significativo es el andar de los equipos de la península en competiciones europeas. Mientras que la Juventus ha jugado finales de Champions en 2015 y 2017, hay que remontarse al título del Inter en 2010 para encontrar otra escuadra de este país superando los cuartos de final. Y antes de eso, la consagración del Milan en 2007. El resto de los conjuntos han pasado por dicho torneo haciendo agua, y en muchos casos pasando papelones. En la Europa League no ha sido muy diferente. Apenas han colocado un semifinalista en 2008, otro en 2014 (también Juventus) e incluso dos en 2015. Ninguno pasó a la final. Demasiado poco para la que solía ser una potencia.
¿Más motivos para esta notoria decadencia? Varios. La falta de sucesores deviene de haber quedado atrás en el mercado internacional de pases. Mientras en los '90 y los 2000 las estrellas consideraban el Calcio como una opción firme, en los últimos diez años ninguno de los top a nivel mundial aterrizó en la liga. Los clubes no supieron generar mejores ingresos y dejaron de ser competitivos respecto a los otros grandes europeos. ¿Resultado? Empezaron a caer jugadores medio pelo, inclusive en los equipos más grandes. Esto ocasionó que muchos de los combinados que eran capaces de arrasar a nivel local, se vieran muy lejos de poder competir continentalmente.
Que el equipo turinés haya sido el único capaz de asomar la cabeza fuera del país explica su capacidad de adaptación a los tiempos que corren. Por eso se llevó las últimas siete ligas. Otra señal inequívoca de falta de competitividad.
Se habla de una chance para Carlo Ancelotti, entrenador de sobrados pergaminos. Sería, además, cortar con la anacrónica tradición de una Azzurra amarreta. El entrenador estaría interesado, siempre y cuando le den libertad para armar un proyecto. Fue necesario el porrazo y tocar fondo para obligar a considerar ese planteo. Argentina no anduvo muy lejos de correr la misma suerte. Tras el caos dirigencial, emergió el descendiente de italianos Lionel Messi para oficiar de salvador.
Tal vez, si Italia deja de conspirar contra lo propio trayendo material de segunda, la ecuación pueda cambiar. No va a sacar uno como Lionel, pero ver el mundial por TV se convertirá en recuerdo lejano y borroso más temprano que tarde.
La caída del fútbol italiano puede verse en señales claras. La más obvia, las dos eliminaciones en Primera Ronda, tanto en Sudáfrica 2010 como en Brasil 2014. En Eurocopas el camino había sido algo más amable. Caídas en cuartos de final siendo campeones del mundo (2008), una final perdida por goleada tras vencer a Alemania en semis (2012) y un digno acceso a Cuartos de final para caer ante los germanos (2016). El denominador común fueron los cambios de entrenador y por ende, de estilo. Donadoni estuvo en 2008. Para Sudáfrica volvió Lippi, campeón en 2006 y capitán del naufragio cuatro años después. 2012 tuvo el comando de Prandelli, quien salió eyectado tras el golpe en 2014. Conte se puso el traje en 2016 y finalmente Ventura condujo hasta esta eliminación (¿prematura?). Demasiados nombres, ideas y esquemas sin poder lograr un recambio necesario. Los Totti, Del Piero, Pirlo o Cannavaro no crecen de los árboles.
No menos significativo es el andar de los equipos de la península en competiciones europeas. Mientras que la Juventus ha jugado finales de Champions en 2015 y 2017, hay que remontarse al título del Inter en 2010 para encontrar otra escuadra de este país superando los cuartos de final. Y antes de eso, la consagración del Milan en 2007. El resto de los conjuntos han pasado por dicho torneo haciendo agua, y en muchos casos pasando papelones. En la Europa League no ha sido muy diferente. Apenas han colocado un semifinalista en 2008, otro en 2014 (también Juventus) e incluso dos en 2015. Ninguno pasó a la final. Demasiado poco para la que solía ser una potencia.
¿Más motivos para esta notoria decadencia? Varios. La falta de sucesores deviene de haber quedado atrás en el mercado internacional de pases. Mientras en los '90 y los 2000 las estrellas consideraban el Calcio como una opción firme, en los últimos diez años ninguno de los top a nivel mundial aterrizó en la liga. Los clubes no supieron generar mejores ingresos y dejaron de ser competitivos respecto a los otros grandes europeos. ¿Resultado? Empezaron a caer jugadores medio pelo, inclusive en los equipos más grandes. Esto ocasionó que muchos de los combinados que eran capaces de arrasar a nivel local, se vieran muy lejos de poder competir continentalmente.
Que el equipo turinés haya sido el único capaz de asomar la cabeza fuera del país explica su capacidad de adaptación a los tiempos que corren. Por eso se llevó las últimas siete ligas. Otra señal inequívoca de falta de competitividad.
Se habla de una chance para Carlo Ancelotti, entrenador de sobrados pergaminos. Sería, además, cortar con la anacrónica tradición de una Azzurra amarreta. El entrenador estaría interesado, siempre y cuando le den libertad para armar un proyecto. Fue necesario el porrazo y tocar fondo para obligar a considerar ese planteo. Argentina no anduvo muy lejos de correr la misma suerte. Tras el caos dirigencial, emergió el descendiente de italianos Lionel Messi para oficiar de salvador.
Tal vez, si Italia deja de conspirar contra lo propio trayendo material de segunda, la ecuación pueda cambiar. No va a sacar uno como Lionel, pero ver el mundial por TV se convertirá en recuerdo lejano y borroso más temprano que tarde.
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