Cuando el 5 de julio de 2016 renunció Martino, pocos lo lloraron. El
"Andate Martino" se había convertido en un chiste cada vez más
recurrente en las redes sociales (donde sobran los tirapostas, más aún
en el fútbol). Venía de perder su segunda final de Copa América,
competición en la cual Argentina ganó todos sus partidos (la mayoría por
un amplio margen) menos el último, donde otra vez cayó por penales.
En aquel tiempo la AFA ardía en una guerra dantesca. Ya se había consumado el papelón de la elección 38-38 y Macri, a través de Angelici, pulseaba para que Tinelli no pudiera llegar al poder. El entrenador renunció sin que nadie se inmutara, luego de que le negaran decenas de jugadores para el Sub-23 que intentaba armar de cara a los Juegos Olímpicos. El resultado posterior, por supuesto, fue nefasto. Eliminación en Primera Ronda de un grupo cuyos rivales eran Honduras, Portugal y Argelia.
En aquel tiempo la AFA ardía en una guerra dantesca. Ya se había consumado el papelón de la elección 38-38 y Macri, a través de Angelici, pulseaba para que Tinelli no pudiera llegar al poder. El entrenador renunció sin que nadie se inmutara, luego de que le negaran decenas de jugadores para el Sub-23 que intentaba armar de cara a los Juegos Olímpicos. El resultado posterior, por supuesto, fue nefasto. Eliminación en Primera Ronda de un grupo cuyos rivales eran Honduras, Portugal y Argelia.
No se trata de ponderar a Martino como si hubiese sido el equivalente a
Guardiola en sus mejores años del Barcelona. Pero es innegable que ante
su salida de la selección se perdieron los últimos rasgos de cordura.
Desde ahí, el desastre se acentuó de manera exponencial. Un equipo que
venía de disputar dos finales consecutivas (en las que no pudo hacer
pie, pero no estuvo lejos de ganar), comenzó a dudar. Y no en finales,
sino antes.
Pasó Bauza sin pena ni gloria y ahora Sampaoli está siendo devorado también. Entre ambos, apenas se pudo redondear un partido de nivel aceptable (3-0 a Colombia). El resto fueron puros nervios, empuje y fundamentalmente fragilidad anímica. El gran problema de esta selección es que los jugadores parecen estar sufriendo y en soledad. No hay la menor contención ni liderazgo desde afuera. Son marineros que se tienen que encargar de manejar el barco, emparcharlo y hacerlo llegar. Y aunque cambien los intérpretes, la música es la misma. Del fuego sagrado que tuvo Maradona (o el que le asignan, ya que él también supo de derrotas) no queda stock, por lo que sería absurdo exigirles que asuman toda la responsabilidad.
Hoy somos la consecuencia de la muerte de Grondona y un vacío enorme de representación adquirido gracias a las disputas personales de los Macri, los Angelici, los Tinelli, los D'Onofrio y varios más. Ese tipo de dirigentes que son fáciles de identiifcar, porque cuando hay que aportar liderazgo, están hablando sobre en qué cancha conviene jugar para meterle presión al rival.
Pasó Bauza sin pena ni gloria y ahora Sampaoli está siendo devorado también. Entre ambos, apenas se pudo redondear un partido de nivel aceptable (3-0 a Colombia). El resto fueron puros nervios, empuje y fundamentalmente fragilidad anímica. El gran problema de esta selección es que los jugadores parecen estar sufriendo y en soledad. No hay la menor contención ni liderazgo desde afuera. Son marineros que se tienen que encargar de manejar el barco, emparcharlo y hacerlo llegar. Y aunque cambien los intérpretes, la música es la misma. Del fuego sagrado que tuvo Maradona (o el que le asignan, ya que él también supo de derrotas) no queda stock, por lo que sería absurdo exigirles que asuman toda la responsabilidad.
Hoy somos la consecuencia de la muerte de Grondona y un vacío enorme de representación adquirido gracias a las disputas personales de los Macri, los Angelici, los Tinelli, los D'Onofrio y varios más. Ese tipo de dirigentes que son fáciles de identiifcar, porque cuando hay que aportar liderazgo, están hablando sobre en qué cancha conviene jugar para meterle presión al rival.
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