Sudáfrica 2010 tiene su campeón y pocos pueden objetarlo. España, el país que se sumerge en una gran crisis económica, venció a Holanda y a una historia llena de revéses, que se le reían en la cara. Y fue a puro toque, como viene de ganar la Eurocopa de 2008 y a su vez, pegarse un porrazo en la Copa de las Confederaciones de 2009. Por que el "tiki-tiki" es útil y provechoso cuando viene acompañado de sentido común. En aquella derrota, España estaba más preocupado por el largo invicto que arrastraba y por enfrentarse a Brasil en la final, obviando a EE.UU., quien se encargaría de hacerse notar con un 2-0 inapelable.
No fue fácil el camino de España. Perdió sin merecerlo 1-0 ante una defensiva Suiza, que se encontró con un gol propio de su osadía. Un gol que un equipo con algo de dignidad, ni se hubiese atrevido a reclamar. Con presión y antecedentes de flaquear, España se sobrepuso con un 2-0 ante Honduras, en el cual no podía golpearse demasiado el pecho. Fue cuando venció 2-1 a Chile cuando consiguió la casi dudosa clasificación y mostró por fín algo de chapa.
A esa altura Villa se había convertido en la figura fundamental del equipo, anotando tres de los cuatro goles. Tenía que jugar por él y por Torres, quien evidentemente no debió haber ido al Mundial y menos aún, ser titular. Xavi e Iniesta lideraban el equipo, pero la falta de gol y la dependencia del nuevo delantero del Barcelona eran una señal de alarma.
En octavos quedó atrás la débil Portugal, con su endeble líder Cristiano Ronaldo. Fue 1-0 con otro gol de Villa, aunque en posición un tanto discutible. De a poco el equipo de Del Bosque se afirmaba, pese a que sus rivales mostraban poco y nada, sobre todo en el caso de los lusitanos. Ronaldo, el que acostumbra no aparecer en las difíciles, apareció menos aún, lo cual hacía dudar sobre la capacidad de España de enfrentar grandes rivales.
En Cuartos llegaría una Paraguay que pese a estar en el mejor Mundial de su historia, lejos estuvo del conformismo. Apretó a Xavi, a Iniesta y los europeos sufrieron mucho. Tuvo un penal a favor que atajó Casillas a Cardozo, iniciando la senda triunfal del arquero madridista que estaba predestinado a ser campeón. Luego Xabi Alonso erraría un penal, pero sería Villa quien, con su acostumbrado oportunismo, sellaría otro 1-0.
En semifinales se acabaron las dudas: España debía vencer a la historia de Alemania y a su presente, que venía de vencer 4-0 a Argentina. No sólo le ganó (1-0, gol de Puyol), sino que por momentos dió cátedra. Los teutones tuvieron sus chances y no jugaron mal, pero fueron ampliamente superados por el toque y la movilidad de los españoles, que a esa altura no dudaban, se sabían superiores. Fue nocaut técnico.
En la final esperaba Holanda. Una versión pragmática de las mejores naranjas, pero que se había cargado a Brasil, nada menos, y a un combativo y heroico Uruguay. Se esperaban goles, juego y vértigo. Quedó todo en expectativa, dado que Holanda se dedicó a cortar el juego y no sólo eso, sino también a pegar, alevosamente, a punto tal de terminar con diez, cuando debió haber terminado con 7.
Pese a la superioridad evidente de España, las mejores chances fueron de Holanda. Dos mano a mano de Robben fueron salvados milagrosamente por un inmenso Casillas. España hacía de la paciencia un culto, pero a la vez alimentaba a sus detractores con una alarmante falta de gol y de profundidad ofensiva.
Luego del enésimo fallo errado del juez inglés Webb, no sería otro que Iniesta, líder y estratega del equipo, quien marcaría su segundo gol de la Copa y el más importante de su carrera, superando a aquel del Barcelona ante el Chelsea en Inglaterra.
Pasaron 113 minutos hasta que ese Barcelona reforzado pudo vencer a los bárbaros y brutos que portaban injustamente camisetas de la gloriosa Holanda.
España fue el campeón con menos goles a favor en la historia, quizás para alimentar la polémica e impedirle a los admiradores del buen juego, tener un absolutismo, una certeza inclusive estadística que les permita ratificar la superioridad técnica del equipo ante sus detractores.
Pero esta España, la que tocó, la que defendió bien, la que tuvo paciencia (y vaya si la tuvo), la que fue oportunista, la que se levantó (primer campeón en la historia tras perder el debut) dejó una marca inequívoca. Si hubiese jugado como vive, en crisis, no hubiera llegado demasiado lejos. Pero a veces los momentos de confusión no son suficientes para apartar la meta del camino. Jugar bien no es una circunstancia, ni una determinación rival: Jugar bien es una forma de vivir éste deporte, cuya fiesta y negocio más grande, culminaron con final feliz para los que todavían guardan en sus corazones cierto espíritu amateur.
No fue fácil el camino de España. Perdió sin merecerlo 1-0 ante una defensiva Suiza, que se encontró con un gol propio de su osadía. Un gol que un equipo con algo de dignidad, ni se hubiese atrevido a reclamar. Con presión y antecedentes de flaquear, España se sobrepuso con un 2-0 ante Honduras, en el cual no podía golpearse demasiado el pecho. Fue cuando venció 2-1 a Chile cuando consiguió la casi dudosa clasificación y mostró por fín algo de chapa.
A esa altura Villa se había convertido en la figura fundamental del equipo, anotando tres de los cuatro goles. Tenía que jugar por él y por Torres, quien evidentemente no debió haber ido al Mundial y menos aún, ser titular. Xavi e Iniesta lideraban el equipo, pero la falta de gol y la dependencia del nuevo delantero del Barcelona eran una señal de alarma.
En octavos quedó atrás la débil Portugal, con su endeble líder Cristiano Ronaldo. Fue 1-0 con otro gol de Villa, aunque en posición un tanto discutible. De a poco el equipo de Del Bosque se afirmaba, pese a que sus rivales mostraban poco y nada, sobre todo en el caso de los lusitanos. Ronaldo, el que acostumbra no aparecer en las difíciles, apareció menos aún, lo cual hacía dudar sobre la capacidad de España de enfrentar grandes rivales.
En Cuartos llegaría una Paraguay que pese a estar en el mejor Mundial de su historia, lejos estuvo del conformismo. Apretó a Xavi, a Iniesta y los europeos sufrieron mucho. Tuvo un penal a favor que atajó Casillas a Cardozo, iniciando la senda triunfal del arquero madridista que estaba predestinado a ser campeón. Luego Xabi Alonso erraría un penal, pero sería Villa quien, con su acostumbrado oportunismo, sellaría otro 1-0.
En semifinales se acabaron las dudas: España debía vencer a la historia de Alemania y a su presente, que venía de vencer 4-0 a Argentina. No sólo le ganó (1-0, gol de Puyol), sino que por momentos dió cátedra. Los teutones tuvieron sus chances y no jugaron mal, pero fueron ampliamente superados por el toque y la movilidad de los españoles, que a esa altura no dudaban, se sabían superiores. Fue nocaut técnico.
En la final esperaba Holanda. Una versión pragmática de las mejores naranjas, pero que se había cargado a Brasil, nada menos, y a un combativo y heroico Uruguay. Se esperaban goles, juego y vértigo. Quedó todo en expectativa, dado que Holanda se dedicó a cortar el juego y no sólo eso, sino también a pegar, alevosamente, a punto tal de terminar con diez, cuando debió haber terminado con 7.
Pese a la superioridad evidente de España, las mejores chances fueron de Holanda. Dos mano a mano de Robben fueron salvados milagrosamente por un inmenso Casillas. España hacía de la paciencia un culto, pero a la vez alimentaba a sus detractores con una alarmante falta de gol y de profundidad ofensiva.
Luego del enésimo fallo errado del juez inglés Webb, no sería otro que Iniesta, líder y estratega del equipo, quien marcaría su segundo gol de la Copa y el más importante de su carrera, superando a aquel del Barcelona ante el Chelsea en Inglaterra.
Pasaron 113 minutos hasta que ese Barcelona reforzado pudo vencer a los bárbaros y brutos que portaban injustamente camisetas de la gloriosa Holanda.
España fue el campeón con menos goles a favor en la historia, quizás para alimentar la polémica e impedirle a los admiradores del buen juego, tener un absolutismo, una certeza inclusive estadística que les permita ratificar la superioridad técnica del equipo ante sus detractores.
Pero esta España, la que tocó, la que defendió bien, la que tuvo paciencia (y vaya si la tuvo), la que fue oportunista, la que se levantó (primer campeón en la historia tras perder el debut) dejó una marca inequívoca. Si hubiese jugado como vive, en crisis, no hubiera llegado demasiado lejos. Pero a veces los momentos de confusión no son suficientes para apartar la meta del camino. Jugar bien no es una circunstancia, ni una determinación rival: Jugar bien es una forma de vivir éste deporte, cuya fiesta y negocio más grande, culminaron con final feliz para los que todavían guardan en sus corazones cierto espíritu amateur.
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