Finalmente comenzó el evento deportivo más esperado del mundo. El que más plata mueve. El que más influencias políticas incluye. El que debió celebrarse en 2006 pero gracias a Beckenbauer y Cia. se postergó cuatro años. Señoras y señores, con ustedes el Mundial de Fútbol de Sudáfrica 2010.
En la segunda jornada de la Copa empezó la acción intensa: tres partidos con matices muy diferentes. Abrieron la jornada Uruguay, candidato a avanzar bastante en la Copa, y Egipto, con la incógnita de Salah en el banco. El equipo de Tabárez, habitualmente incómodo ante la premisa de ser protagonista, pudo tener varias de las mejores chances. Movió la pelota, aunque la cadencia de Bentancur y la impericia de Suárez para definir le estaban costando muy caro. Pese al enorme esfuerzo de Cavani, siempre dispuesto al trabajo sucio, no parecían poder quebrar el orden del equipo de Cúper. Respecto a los africanos, sólo se pudo ver un equipo limitado pero eficaz, que con la estrella del Liverpool podría tener alguna aspiración de alcanzar los octavos. Sin él, parece utópico. Tan complicado estaba Uruguay que hasta Godín debió irse para arriba a encabezar varios ataques, función que no domina pero puede desarrollar con el empuje de su liderazgo. El central del Atlético lo tuvo de cabez
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